Hefesto, el dios protector de la artesanía y la forja, fue rechazado por su madre, Hera, quien arrojó al niño desde lo alto del Olimpo como deforme. La expulsión de Hefesto del Olimpo no duró mucho. Los dioses, descubriendo su habilidad como artesano y herrero, comenzaron a encargarlo, de modo que el prestigio del joven dios comenzó a aumentar rápidamente, hasta el punto de poder reclamar la mano de Afrodita a Zeus.
Ese es el atributo más poderoso del artista, que tratando de expresar la belleza que experimenta, se convierte en un vehículo para que otros también puedan hacerlo. No es proceso sencillo, pero esto le convierte en un ser útil para el resto de la sociedad, algo más que un mero loco iluminado. Y al final del camino está Afrodita.
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